20 noviembre 2006

¿Para qué sirve un congreso médico?

"Balas sobre Brodway", de Woody Allen.
Pantalla en negro. Pasados unos segundos, los gritos de John Cusack irrumpen en la escena:
"¡SOY UNA PUTA...! ¡SOY UNA PROSTITUTA!!"
Se enciende la luz y el protagonista de esta maravillosa película se confiesa a gritos por la ventana de su habitación en mitad de la noche. Siente que ha vendido su integridad y la de su arte ante las exigencias de un mafioso, para que la obra de teatro a la que a dedicado sus esfuerzos pueda ser representada en Brodway.
Yo no me he levantado así, pero la sensación que tengo después de haber ido a un congreso médico es, creo, bastante parecida.
Bueno, tampoco vamos a exagerar... comento.
No es que haya ido a muchos congresos de Psicología, pero alguno he pisado. Y no tiene nada que ver con lo de este fin de semana: hotel de 5 estrellas, cenas en los mejores restaurantes de la ciudad, barra libre, autobuses y azafatas para el traslado de los asistentes (no más de 100), multitud de regalos (libros, chorraditas varias, etc.) por parte de la industria farmacéutica, etc.
¿El programa científico? 12 posters. El que presenté yo, mi peor comunicación científica. De hecho, si alguna vez me preguntan si el segundo autor de ese póster soy yo, lo negaré incluso bajo tortura.
Bueno, esto no es del todo cierto, el programa no estuvo mal, despues de todo. Consistió en 10 comunicaciones orales (además de los 12 pósters), ninguna de las cuales era una investigación y cuyo contenido más relevante es el siguiente:
- el 70% de las novedades en psicofarmacología lanzadas al mercado entre 2000 y 2005 no supusieron ninguna novedad terapéutica, segun los propios médicos. Un ejemplo. Un famoso laboratorio lanzó hace pocos años un nuevo antidepresivo, el escitalopram. Pues bien, ese lanzamiento coincidió con la pérdida, por parte de es laboratorio, de la patente del citalopram. Qué casualidad.
- El 90% de los estudios clínicos que se publican sobre la eficacia de fármacos tienen graves errores metodológicos. Además, la administración autoriza la comercialización de un fármaco si tiene un efecto superior al placebo, no obliga a que se compare con otras soluciones terapéuticas ya existentes. De ese modo, se lanzan al mercado fármacos que tienen un efecto inferior a los clásicos, pero que son vendido como si fueran "milagrosos".
- En EEUU, la agencia del medicamento no depende del instituto de salud, sino del de industria. Esto se comenta por si solo.
Eso si, el hotel, la bebida, la comida y los regalos del congreso son absolutamente eficaces si los comparamos con un hotel, bebida, comida y regalo placebo, porque se siguen recetando las novedades, en lugar de los genéricos.
Seguiremos informando.
P.D. Y si os preguntáis por qué soy una "prostituta", yo os lo diré... porque me he puesto ciego, amigos... fino, Rioja, Cava, cervecita, jabuguito, lomo, etc. Salud.

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La mayor epidemia de nuestro planeta es la desigualdad.

Entrevista con Joan Benach y Carles Muntaner«La mayor epidemia de nuestro planeta es la desigualdad»
Por Salvador López Arnal
Joan Benach es profesor de salud pública y salud laboral en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona y Carles Muntaner es catedrático de salud pública en la Universidad de Toronto. Ambos autores han publicado muchos trabajos científicos y de divulgación sobre varios asuntos de salud pública y las desigualdades en salud como la precariedad laboral, las diferencias geográficas de la salud y el impacto que los factores políticos tienen sobre la salud. La reciente publicación de su libro Aprender a mirar la salud. Cómo la desigualdad social daña nuestra salud (Ed. Viejo Topo, 2005) nos ofrece la oportunidad de conversar con ellos.
Podíamos empezar, si os parece, por hacer algunas aclaraciones conceptuales. ¿Qué debería entenderse por salud pública? ¿Cuál sería su diferencia o posible relación respecto a la noción de salud privada?
Hay dos maneras diferentes de entender lo que se entiende por "salud pública". Una primera visión, restrictiva, que es la que la mayor parte de la población conoce, tiene que ver con la atención sanitaria y médica que se ofrece en los hospitales y los centros de salud públicos. En este sentido, la "sanidad pública" sería el conjunto de funciones, recursos y actividades que las administraciones ponen al servicio de los ciudadanos para diagnosticar, tratar, curar o paliar sus enfermedades y problemas de salud. Esa visión, suele contraponerse con la compra de servicios de salud de tipo privado que cada cual puede pagar en función de sus ingresos. La segunda visión de "salud pública" es más amplia y aún no ha arraigado lo suficiente en la conciencia popular, desde luego no en el estado español. En este caso, la salud pública hace referencia al campo académico y profesional que abarca el conjunto de actividades sociales destinadas a estudiar, investigar, proteger, promover y restaurar los problemas y causas de salud que afectan a la población o la comunidad. En ese sentido, los conocimientos y acciones que la salud pública realiza abarcan tanto a los individuos, como por ejemplo los servicios que presta una enfermera para cuidar a un enfermo en un centro de atención primaria o un hospital, como a la colectividad, como es el caso de las acciones para mantener la calidad de los alimentos y el agua que ingerimos o el aire que respiramos que caracterizan a la "salud ambiental", o de la mejora del medio y las condiciones bajo las que trabajamos que caracterizan a la "salud laboral". Seguramente, si eso fuera posible, para entendernos mejor debiéramos hablar de este tipo de salud pública como lo hacen los brasileños: como "saude colectiva", la salud de todos.
Querría haceros otra pregunta conceptual relacionada con lo que debemos entender por salud. Da la impresión de que cuando se escribe o habla de la salud muchas veces nos centramos en los factores o procesos biológicos y, en menor medida, en los psicológicos. ¿Podríais explicarnos un poco vuestra visión de qué se entiende por salud? ¿En que medida debemos tener también presente los factores sociales?
La pregunta plantea un tema complicado, que no es fácil contestar brevemente. La tarea de definir la salud es compleja y esquiva pensemos que hace unos años un estudio recopiló las distintas definiciones de salud señalando que ésta tenía cuando menos 18 dimensiones distintas. Es bien conocida la definición de salud realizada a mediados del siglo XX por la Organización Mundial de la Salud cuando señaló que la salud es "un estado de completo bienestar físico, mental y social y no sólo la ausencia de enfermedad". Años después, Jordi Gol, un gran médico que se designaba a sí mismo como "médico de personas", criticó y refinó esa visión al afirmar que salud era "aquella manera de vivir que es autónoma, solidaria y gozosa". Gol también señalaba que la salud y la enfermedad no deben separarse sino que de hecho son un continuo y que se puede estar enfermo de forma sana y se puede estar sano de forma insana. No obstante, junto a esas visiones "perceptivistas", otras varias definiciones han puesto el acento en la capacidad de los individuos para adaptarse y afrontar adecuadamente las diversas situaciones vitales. En conjunto, esas definiciones no pueden hacernos olvidar que la salud tiene necesariamente un componente social, económico y político muy importante y que la salud debe ser un derecho humano fundamental. Muchísimos estudios muestran con claridad como la pobreza, la desigualdad, la explotación, la violencia y la injusticia, tan presentes en el capitalismo y la globalización neoliberal, están en los orígenes de la mala salud y muerte prematura que sufre una enorme cantidad de personas. Así pues, si realmente se quiere conseguir que toda la población mejore sustancialmente su nivel de salud, inevitablemente habrá que cambiar de forma drástica muchas de las prioridades políticas y económicas actuales y habrá que cuestionar intereses muy poderosos.
En los países desarrollados suele decirse que la esperanza de vida y la salud de la población están mejorando. Sin embargo, en los últimos tiempos parece que estemos asistiendo a la aparición de nuevas enfermedades. ¿Es eso cierto? ¿Se trata de un fenómeno real?
Al igual que en el caso de la salud, tampoco es nada fácil definir que es una enfermedad y, claro, si no definimos bien una enfermedad, entonces no la clasificaremos ni la mediremos bien y tampoco será fácil cuantificar su evolución en el tiempo. De entrada podríamos decir que las enfermedades son desviaciones más o menos objetivas del bienestar fisiológico o psicológico. Ahora bien, aquí deberíamos aclarar dos aspectos relacionados con la forma en como cada sociedad percibe las enfermedades y en como éstas pueden definirse. En primer lugar, la percepción de qué significa sentirse enfermo es algo que cambia histórica y culturalmente, ya que un determinado problema puede o no corresponderse con los valores dominantes en una sociedad determinada. Por ejemplo, sólo en el año 1973 la homosexualidad dejó de ser catalogada en Estados Unidos como una enfermedad mental. Por otro lado, una determinada desviación o anormalidad puede hallarse tan extendida entre una población determinada que la misma no sea percibida como una enfermedad. Entre algunos pueblos indígenas mexicanos, el tracoma (una enfermedad que produce la ceguera) es tan frecuente que la comunidad no siente esta situación como una enfermedad.En relación con la definición de las enfermedades, el tema tampoco es sencillo. Aunque es por supuesto cierto que los individuos enferman, las enfermedades no dejan de ser abstracciones, creaciones humanas que cambian históricamente a medida que tenemos un mayor conocimiento científico dentro de cierto contexto social. Por ejemplo, desde que el SIDA salió por vez primera a la luz pública en 1981 en Estados Unidos y en 1982 apareció la primera definición, ha habido dos definiciones más en los años 80 y otra más en los 90 a partir sobre todo de diversos criterios biológicos y clínicos. Claro, cada cambio tiene numerosas implicaciones ya que se altera el número y situación de quienes deben ser considerados enfermos lo cual tiene numerosas implicaciones sanitarias, económicas, legales, éticas y sociales. Ahora bien, hoy en día en los medios de comunicación aparecen constantemente fenómenos que suelen etiquetarse como "enfermedades" nuevas. ¿Qué decir de eso? Seguramente podríamos dividir esas enfermedades en tres tipos. En primer lugar, es cierto que en algunos casos estamos ante problemas patológicos reales como es el caso del descubrimiento de las enfermedades producidas por decenas de nuevos agentes infecciosos como los virus Marburgo o Ébola. Segundo, en otros casos vemos posibles problemas de salud que aun no está claro que deban ser etiquetados como enfermedades como ocurre con la fibromialgia, el síndrome de la fatiga crónica o el síndrome de la clase turista. Finalmente, en muchos otros casos no deberíamos en absoluto hablar de enfermedades sino de la creación de enfermedades imaginarias como la calvicie, la menopausia, el envejecimiento o la disfunción sexual femenina. Es sabido que las industrias farmacéuticas juegan un papel primordial en ese proceso al estar interesadas en crear, difundir y justificar enfermedades nuevas con las que hacer buenos negocios.
Creo que uno de las herramientas más utilizadas por la salud pública pero que aún se conoce muy poco popularmente es la ciencia de la epidemiología. ¿Cómo podríais definirla? ¿Podríais explicar cual es su utilidad?
En el segundo sentido que antes hemos apuntado, la salud pública es una disciplina inmensa, imposible de abarcar por un solo individuo o incluso por un grupo de especialistas ya que tiene que tener en cuenta lo social y lo individual, lo ambiental y lo laboral, lo sanitario y lo genético, lo legislativo, ético y político... y así podríamos seguir. En definitiva, la salud pública ha de tener en cuenta el conjunto de factores que inciden en mejorar o empeorar nuestra salud, en crear bienestar y calidad de vida, en prevenir la muerte prematura, la enfermedad o el malestar. Entre las muchas técnicas, instrumentos y ciencias que utiliza la salud pública destaca la epidemiología, a la cual podríamos definir como aquella ciencia que estudia las distribuciones y determinantes de los estados de salud con el objetivo de prevenir, vigilar y controlar los problemas de salud en las poblaciones humanas. Gracias a ella es posible identificar los problemas de salud de una comunidad, identificar los factores que incrementan el riesgo de adquirir la enfermedad, elucidar los mecanismos de transmisión de la enfermedad, predecir tendencias de la enfermedad, probar la eficacia de las estrategias de intervención o evaluar los programas de intervención. Según cual sea su objeto principal de estudio, podemos hablar de la epidemiología genética, la epidemiología de servicios sanitarios, o la epidemiología clínica, que seguramente son las especialidades actualmente dominantes. Gracias a la epidemiología ha sido posible saber, por ejemplo, que fumar, estar obeso o tener la tensión arterial elevada son importantes factores de riesgo para la salud. Sin embargo, algunos creemos que variables sociales como la clase social, el sexo, etc., constituyen deberían constituir un núcleo central de la epidemiología, ya que en caso contrario dejaríamos de lado causas de tipo social, económico y político que son fundamentales en la generación de la salud y la enfermedad.
Suele pensarse que la pobreza, y en general la falta de desarrollo económico, se relaciona con tener menor salud. ¿Qué hay de verdad en esa afirmación? ¿Es cierto que los países donde existe una gran desigualdad de ingresos la mortalidad es mayor que en aquellos cuya diferencia de rentas es menor?
Aunque la riqueza tiene una clara relación con la salud, no siempre se asocia a ella del mismo modo. A finales del siglo XX los países pobres tuvieron un nivel absoluto de ingresos de 200 dólares por persona y año en comparación con los 8.000 de los países ricos. Pues bien, se estima que en los países pobres un incremento del ingreso per cápita del 10% reduce las tasas de la mortalidad infantil y de la mortalidad en la infancia entre un 2 y un 3,5%. Ahora bien, el posible efecto sobre la salud de esa riqueza medida en valores absolutos se ve también influido por cada contexto. Por ejemplo, no es lo mismo poseer un nivel de renta mensual de 1500 € en un país tan pobre como Haití, que en Suiza, uno de los países más ricos del mundo. Aunque hoy en día el debate científico sigue abierto, parece que en los países pobres el aumento de la riqueza media se asocia fuertemente al aumento de la esperanza de vida mientras que, en cambio, los estudios muestran como en los países ricos una distribución más igualitaria de la riqueza se asocia con una mayor esperanza de vida.
En vuestro libro, vosotros citáis una frase de Bill Gates: "hoy el ciudadano medio disfruta de una vida mucho mejor que la que tuvo la nobleza unos siglos atrás" ¿Compartís esta opinión y el economicismo optimista que le subyace?
No cabe duda de que el bienestar, la salud y la calidad de vida de una parte de la población mundial han mejorado notablemente en los últimos siglos y, especialmente, desde la segunda guerra mundial. Sin embargo, la afirmación de Gates no tiene en cuenta cuando menos tres hechos: el primero, es que se trata de una afirmación ideológica que no se basa en información fidedigna ya que siglos atrás apenas si existían indicadores de salud por clase social. Pensemos que solamente en algunos países ricos se desarrollaron estadísticas por clase social fiables a partir de mediados del siglo XIX; el segundo punto es que los promedios, eso que Gates denomina el "ciudadano medio", esconden enormes desigualdades donde se mezclan personas como él, la más rica del mundo, con personas extremadamente pobres. En un mismo país hay regiones o barrios donde viven personas con niveles de riqueza y riesgos de tipo social, ambiental o personal para la salud muy distintos según cual sean su clase social, sexo o etnia; y el tercer punto es que cuando hablamos de salud y bienestar el tema no es sólo valorar cuanto hemos mejorado sino con respecto a quién, y en las últimas décadas multitud de estudios nos enseñan que las desigualdades sociales y las desigualdades en salud han aumentado notablemente como se ve, por ejemplo, cuando comparamos la desigualdad entre países ricos y pobres.
¿A que os referís exactamente cuando habláis de desigualdades en salud? ¿Podríais definirlas? ¿Por qué ese término no parece ser de uso muy común?
Las desigualdades en salud pueden definirse como aquellas diferencias en la salud que valoramos como injustas, innecesarias y evitables. Pongamos un ejemplo. Es injusto, innecesario y evitable que cada día mueran 30.000 niños y niñas en el mundo a causa de enfermedades que pueden técnicamente fácilmente prevenirse. Ahora bien, para referirse a situaciones de este tipo, los medios de comunicación utilizan a menudo las palabras "variación", "diversidad", "disparidad" o "desequilibrio", entre otras, en vez de hablar abiertamente de "desigualdad". Sin entrar ahora a valorar por qué ocurre eso, es importante que tengamos presente que el uso de las palabras que utilizamos no es nada inocente. No parece desde luego que fuera una casualidad que en el Reino Unido de los años ochenta, bajo el gobierno conservador de Margaret Thatcher, los investigadores preocupados por estudiar las desigualdades en salud fueron "instados" a estudiar las "variaciones" en salud. ¿Por qué? Porque entonces puede parecer que esas diferencias de salud hayan sido causadas por el azar o por razones difícilmente modificables.
¿Cuáles son pues las causas de esa desigualdad? ¿No hay detrás de ello la permanente y antigua discusión sobre lo heredado y los factores ambientales? ¿No podría sostenerse que los cambios sociales tienen muy poco efecto sobre los factores genéticos de cada individuo?
Aunque no hay duda que cuando hablamos de salud los factores genéticos deben ser tenidos muy en cuenta, éstos sólo juegan un papel relativamente menor en la salud comunitaria. Eso ocurre por varias razones. En primer lugar, porque las enfermedades que son exclusivamente genéticas, como son por ejemplo la distrofia muscular o la corea de Huntington (el llamado "mal de San Vito") sólo representan una pequeña proporción de los problemas de salud de la sociedad. Segundo, porque estos factores no actúan aisladamente sino en constante interacción con el ambiente, ya que una desventaja inicial genética en la predisposición a ser, por ejemplo, ser propenso a ser obeso o a padecer hipertensión arterial puede ser compensado mediante un cambio social adecuado ya que la predisposición genética casi nunca produce efectos inevitables. En tercer lugar, porque los cambios en el medio social juegan un papel muy importante en la producción de la enfermedad. Un ejemplo de ello podemos verlo en los países desarrollados a través del cambio progresivo de quienes más fuman y tienen más cáncer de pulmón desde las clases sociales más ricas hasta las más pobres. Y finalmente, podríamos añadir que a pesar del enorme alud de información sobre la importancia que los factores genéticos tienen sobre nuestra salud, el conocimiento actual es aún muy incipiente y mucho más incompleto de lo que sugieren los medios de comunicación.
Si me permitís que insista. ¿No podría ocurrir que, más allá de aquellos casos extremos de pobreza o exclusión social, las causas de las enfermedades radiquen realmente en otros factores de tipo biológico, o en las costumbres o hábitos culturales que realiza libremente cada individuo?
En la actualidad, lo que podríamos llamar la "ideología biomédica dominante" en la sociedad repite una y otra vez con gran insistencia en que las principales causas que producen los problemas de salud de las personas tienen que ver con factores biológicos o con elecciones "personales" como las prácticas dietéticas o el hábito de fumar. Sin embargo, ni los factores genéticos o biológicos explican las diferencias en la salud comunitaria, ni el tipo de alimentación o la adicción al tabaco de cada individuo dependen exclusivamente de una elección libre y personal sino de un complejo entramado de factores culturales, sociales y políticos presentes en cada comunidad. Entre ellos podríamos mencionar, por ejemplo, los tipos y características de la escuela y amigos, las costumbres y hábitos culturales de los familiares más cercanos, las condiciones de trabajo estresantes o, en un plano más general, la existencia o no de publicidad, o de las leyes o políticas preventivas que puedan existir en una sociedad dada. Estando todos esos factores presentes es difícil sostener que la salud se elija "libremente". De hecho, quienes estudiamos los determinantes de la salud pública o colectiva, sabemos que la salud de una comunidad determinada no depende sólo de la suma de las elecciones individuales de las personas sino, también en gran medida, de los múltiples condicionantes y necesidades sociales y políticos que configuran la forma de vivir, relacionarse, trabajar y enfermar de cada grupo social. Hoy en día, tres cuartas partes de la humanidad no parece que disponga de la opción de elegir con libertad factores relacionados con la salud tan importantes como seguir una alimentación adecuada, vivir en un ambiente saludable o tener un trabajo digno que no sea nocivo para la salud. Por tanto, podemos decir que la salud no la elige quien quiere sino quien puede.
Si las principales causas tienen un origen social y político, ¿a través de qué mecanismos enferma la gente? ¿De qué manera se producen las alteraciones biológicas -además de psicológicas y de otra índole- que sufrimos las personas cuando enfermamos?
Los seres humanos no somos máquinas biológicas. Cada individuo nace, vive, trabaja, se relaciona con los demás, enferma y muere fuertemente influido por el medio social que le rodea. No podemos entender a los individuos aisladamente, sin contar con su contexto familiar, cultural, comunitario y social, las enfermedades ocurren en seres humanos y como que éstos son animales sociales, las enfermedades necesariamente se convierten en fenómenos sociales e históricos. Quizás un ejemplo nos ayude a aclarar cómo lo social afecta a nuestra biología. Imaginemos una mujer mayor que llega al servicio de urgencias de un hospital con un infarto de miocardio. Aunque casi todos, médicos, enfermeras e, incluso, familiares, tendemos fijamos en los factores biológicos y clínicos relacionados con ese infarto, debemos también darnos cuenta que esa mujer expresa en su cuerpo todos los problemas y factores de riesgo que se han acumulado a lo largo de su vida. Esa mujer refleja en su biología y en su psicología su propia historia personal, la de su clase social y la de su sexo, y también la historia del colectivo social, la comunidad y el país en donde vive. Así pues, desde la vida intrauterina hasta la muerte, las personas incorporamos dentro de nuestro cuerpo, expresamos biológicamente, los distintos factores sociales que nos rodean.
En relación con los factores sociales, creéis que se reconoce en toda su dimensión la importancia de las enfermedades y problemas de salud asociados al trabajo? ¿Existe también la desigualdad en el mundo laboral?
Contrariamente a lo que algunos escritores o intelectuales posmodernos creen, el trabajo sigue ocupando un lugar central en la vida de las personas ya que determina no sólo nuestro sustento diario, nuestro grado de influencia social y nivel de vida, sino también nuestra salud. Las personas tenemos o no trabajo, trabajamos dentro, fuera del hogar o ambas cosas a la vez, tenemos o no tenemos contratos laborales y éstos son estables o temporales y en ocupaciones saludables, insalubres o peligrosas. No cabe duda de que en el siglo XXI el tipo de trabajo sigue enfermando y matando a los trabajadores y sigue afectando a sus familias. Pero además, el trabajo no sólo nos enferma y mata, también nos desgasta, deteriora y envejece. Por ejemplo, el "desgaste psíquico" se refiere no sólo a las enfermedades reconocidas por la psiquiatría sino también a enfermedades psicosomáticas y a una serie de sufrimientos, con frecuencia difíciles de definir y raramente reconocidos y estudiados, que van desde la fatiga al insomnio pasando por los dolores musculares, el malestar, la ansiedad o la insatisfacción. Otro aspecto a tener en cuenta es que el trabajo se produce en un contexto social poderosamente influido por las instituciones y las relaciones de poder. Los trabajadores pertenecen a clases sociales y sexos distintos, y la mayor parte de lugares de trabajo se organizan en forma jerárquica reflejando una distribución muy desigual en su nivel de control sobre el planeamiento y la ejecución de tareas. Las diferencias de poder de los trabajadores influyen profundadamente sobre la salud ya que éste determina, por ejemplo, qué tipo de trabajadores tendrán más posibilidades de ser despedidos, cuales estarán sometidos a un contrato precario, o quienes estarán expuestos a factores de riesgo dañinos para la salud.En España las cifras hablan por sí mismas. Uno de cada ocho trabajadores sufra cada año algún tipo de accidente laboral, cada día se producen más de 2.700 lesiones laborales con baja y tres trabajadores mueren cada día por causas que se debieran prevenir. Se estima que alrededor de una cuarta parte de los trabajadores se halla expuesto a carcinógenos, una cifra que sobrepasa el 50% en los sectores de actividad más peligrosos y que cada año mueren más de 7.000 personas a causa del cáncer contraído por productos tóxicos en el lugar de trabajo. Estos ejemplos no son sino "síntomas" muy claros de las enormes deficiencias que existen en España en la organización del trabajo y en los sistemas de prevención de riesgos laborales. Pero además de eso, hay que hablar también de la desigualdad en salud laboral, un problema poco conocido que refleja una situación dramáticamente injusta. Pongamos tres ejemplos. Los trabajadores con contrato temporal tienen una probabilidad entre dos y tres veces superior de padecer una lesión por accidentes de trabajo respecto a quienes tienen un contrato permanente; segundo, casi el 52% de los trabajadores que realizan tareas manuales está expuesto a ruido (30,5% en las mujeres) comparado con sólo el 32% de trabajadores que efectúan un trabajo no manual (20,5% en las mujeres); y tercero, las mujeres de la limpieza están más afectadas por enfermedades como el asma o la bronquitis crónica, y padecen con una frecuencia tres veces mayor de padecer "mala salud" que las mujeres que realizan trabajos no manuales.
Hablemos un poco de las diferencias por sexos, otro aspecto que creo es muy relevante ¿Es cierto que las mujeres enferman más que los hombres? ¿No hay aquí una contradicción entre la afirmación de que la pobreza tiene nombre y rostro de mujer y el hecho de que las mujeres tengan mayor esperanza de vida por término medio?
Es cierto que las mujeres tienen una mayor esperanza de vida que los hombres. Ahora bien, dejando de lado que hay varias hipótesis que permiten explicar este hecho, la esperanza de vida es solo un indicador más de salud aunque desde luego es muy útil e importante. Sin embargo, como se ha dicho, la cuestión no es sólo añadir más años a la vida sino también dar más vida a los años. Así, cuando observamos otro indicador menos conocido como la esperanza de vida libre de incapacidad podemos ver como éste es igual en ambos sexos. En definitiva, las mujeres mueren después pero viven peor. Igualmente, al mirar otros indicadores de salud, lo que observamos es que las mujeres tienen más problemas de salud crónicos a lo largo de su vida. Pero además, en este punto hay que citar el hecho que han señalado investigadoras como la canadiense Karen Messing, que ha criticado parte de las ciencias de la salud al señalar que ésta suele hacerse con un "solo ojo", es decir, que muchos de los problemas de las mujeres son invisibles y faltos de datos e información. Eso ocurre tanto a nivel profesional como de investigación. Veamos algunos ejemplos. Con frecuencia la visión médica de los profesionales de la medicina esta sesgada, sin que tengan en cuenta las diferencias biológicas y sociales de las mujeres. Un estudio mostró como a igualdad de síntomas al entrar en un hospital, los tratamientos son distintos en hombres y mujeres y como éstas últimas seguían con menos frecuencia programas de rehabilitación tras tener un infarto, y también como a los 6 meses del ingreso las mujeres tenían el doble de mortalidad. Por otro lado, las encuestas de salud, una de las fuentes de información más importantes de que disponemos, muchas veces no preguntan, o preguntan poco, sobre cuestiones importantes para la salud de las mujeres como las relacionadas con el trabajo reproductivo o sobre problemas de salud que afectan más a las mujeres como la anemia, los problemas de tiroides, enfermedades de transmisión sexual, las migrañas, la artrosis o la depresión. En relación a la investigación científica en este campo hay que decir que con frecuencia es androcéntrica. Aún hay pocos estudios científicos sobre la violencia sexista, los temas relativos a la conciliación laboral y familiar, la interacción entre el sexo y la clase social, o tantos otros. Las mujeres participan en menos ensayos clínicos. Un ejemplo bien conocido es la investigación sobre enfermedades cardiovasculares donde durante años los datos de estudios hechos en hombres fueron simplemente extrapolados a las mujeres.
Ambos habéis investigado las desigualdades en salud en varios países entre los que se incluye España. ¿Podríais resumir cual es la situación actual del Estado español sobre este tema? ¿Podríais ofrecer algunos ejemplos de interés y algunas de las principales características de esa desigualdad?
El tema de la desigualdad en salud es preocupante y debería formar parte de forma prioritaria de la agenda política. En España, bastantes estudios científicos han mostrado su enorme impacto. Veamos varios datos y ejemplos para ilustrarlo. En relación a la mortalidad se estima que la desigualdad social produce la muerte de alrededor de 4 personas por hora, unas 35.000 personas al año, que sobre todo, se concentran en las comunidades más deprimidas como Andalucía y Extremadura. En otros ámbitos geográficos no conocemos si hay o no desigualdad no porque no pueda haberlas sino porque no hay estudios. En la ciudad de Barcelona, el lugar donde más estudios se han llevado a cabo, los distritos, barrios y áreas de salud muestran grandes diferencias: la esperanza de vida de los barrios más ricos es 10 años superior en los hombres y 6,5 años en las mujeres a la de los barrios más pobres. Los análisis por clase social muestran como a medida que se desciende en la escala social de forma progresiva empeora la salud y aumenta la frecuencia de enfermedades como el asma, la bronquitis crónica, la hipertensión arterial, o la diabetes. Por ejemplo, las mujeres que trabajan en la limpieza y el servicio doméstico tienen de dos a tres veces peor salud que las mujeres que realizan un trabajo de carácter no manual. Por otro lado, la frecuencia e intensidad de las conductas perjudiciales para la salud se manifiestan también de forma gradual entre las distintas clases sociales. Así, hábitos como hacer poco ejercicio físico, alimentarse inadecuadamente, fumar, o consumir alcohol en exceso, tienden a aumentar conforme descendemos en la escala social. Por ejemplo, entre los hombres de la clase social con mayores recursos es dos veces más probable el hábito de hacer ejercicio comparado con los hombres de menor nivel educativo. Detrás de todo ello se esconden un sinnúmero de problemas laborales y sociales como son la pobreza, la precariedad laboral o el desempleo. Pensemos que entre los desempleados los problemas de salud mental son 2 o 3 veces más frecuentes que entre quienes trabajan. A pesar de la gravedad de la situación, apenas si ha habido reacción por parte de las administraciones públicas y no existe un debate social y político absolutamente imprescindible. Estos datos no son secretos, han sido publicados en artículos científicos, libros de divulgación y periódicos. ¿Por qué pues ese olvido? La principal razón es seguramente que estamos ante un tema que, por su claro componente social y político, se sitúa en el centro de muchos intereses y conflictos.
Es conocido que la pobreza afecta a la salud y que los pobres enferman más y mueren antes que los más ricos pero vosotros habéis planteado otra interesante tesis: "Ser pobre y vivir en una zona rica puede ser más dañino para la salud que ser más pobre pero vivir en una zona pobre". De hecho en vuestro libro se sostiene que la esperanza de vida y la salud en general de los habitantes del Estado indio de Kerala son mejores que la de los habitantes negros de Estados Unidos. ¿Por qué?
Aunque a primera vista esta última afirmación puede parecer paradójica no lo es en absoluto. La salud de una comunidad, territorio, o país, se halla determinada en gran medida por los determinantes sociales, económicos y políticos que afectan a cada sociedad. El estado de Kerala en la India puso en práctica durante décadas -ahora las cosas parece que han cambiado- un amplio abanico de políticas sociales, sanitarias y educativas a través de una fuerte inversión pública social y sanitaria y la obtención de un elevado nivel de educación de las mujeres, una amplia disponibilidad de servicios de salud accesibles, una distribución igualitaria de alimentos, vacunación universal y una atención infantil efectiva. Por su parte, en Estados Unidos, a pesar de su riqueza, es un país con desigualdades sociales y sanitarias tan enormes que de hecho deberíamos mirar Estados Unidos como un país en cuyo interior existen "muchos países". Pensemos que en Estados Unidos el 1% de la población más rica tiene en sus manos cerca del 40% de la riqueza nacional y que el 40% más pobre tiene mucho menos del 1%. Un dato esclarecedor es el hecho de que algunos condados pobres de Estados Unidos tienen una esperanza de vida 17 años menor que los condados más ricos. Esa desigualdad se refleja dramáticamente en la salud como mostró hace años una investigación al señalar que era menos probable que los ciudadanos de raza negra de Harlem llegaran a los 65 años que los habitantes de un país tan pobre como Bangladesh. Así pues, es más duro sobrevivir en Harlem debido al alto nivel de explotación, exclusión y segregación que padece que en un lugar mucho más pobre como es Bangladesh.
¿Hay enfermedades de ricos y enfermedades de pobres? ¿Cómo se explica que el gasto total de la investigación sobre paludismo apenas alcance la mitad de lo que se invierte en investigaciones sobre el asma?
En las campañas de publicidad que realizan las compañías farmacéuticas se presentan a sí mismas como grandes promotoras de la salud de toda la población. Sin embargo, es obvio que su móvil principal son los beneficios que rinde la venta de productos y servicios a poblaciones con la suficiente capacidad de compra. Por ello, investigan sobre todo en fármacos rentables como el tratamiento de la impotencia sexual masculina, la calvicie o la obesidad o vacunas para prevenir el Alzheimer pero no enfermedades como el paludismo, ampliamente extendido en los países pobres. Entre 1975 y 1999, sólo 11 de los 1393 nuevos fármacos puestos al mercado por la industria farmacéutica correspondieron a enfermedades tropicales. Hoy en día se estima que más del 90% de la inversión en investigación se dedica a las enfermedades del 10% de la población mundial que goza del más elevado nivel social y económico. El resultado es que un tercio de la población mundial no tiene acceso a medicamentos esenciales para su salud.
En vuestro libro planteáis que "si todo el planeta consiguiera alcanzar el nivel de mortalidad infantil que hoy tiene Islandia (el más bajo del mundo en 2002), cada año podría evitarse la muerte de más de 10 millones de niños", ¿se trata de una utopía?, ¿de quién depende que se solucionen las tasas de mortalidad infantil en aquellos países más afectados?, ¿en qué alternativas podríamos pensar?
Si bien hoy en día el control o incluso la eliminación de un buen número de enfermedades comunes en la infancia es algo técnica y financieramente factible, millones de niños y niñas siguen muriendo en los países pobres a causa de enfermedades fácilmente prevenibles. ¿Cómo podemos valorar un hecho tan dramático como que no se actúe ante enfermedades o problemas de salud evitables como el sarampión o la diarrea? ¿Que opinaría la opinión pública de los países ricos si existiera un tratamiento efectivo que permitiera prevenir o curar el infarto de miocardio, el cáncer de mama o el sida y no se utilizara? Dado que las soluciones efectivas están disponibles y pueden ponerse en práctica con un coste económico asequible, la ignorancia o la pasividad no pueden tolerarse. Reducir la mortalidad infantil no es pues algo utópico o inalcanzable sino algo posible. Ahora bien, dado que los principales factores que condicionan la elevada mortalidad infantil y la de los ciudadanos y regiones más pobres derivan sobre todo de la desigual distribución de poder económico y social entre y dentro de los países, para remediar esta situación se requieren cambios políticos muy profundos y sobre todo un nivel de democracia y participación social muy superior al actual. En este sentido, un buen ejemplo alternativo es el programa de salud "Misión Barrio Adentro" que se lleva a cabo actualmente en Venezuela.
¿Qué características tiene ese programa? ¿Podríais darnos algunos detalles de la situación reciente en Venezuela?
El programa Barrio Adentro provee atención sanitaria gratuita para aproximadamente 17,5 millones de venezolanos excluidos (alrededor del 70% de la población) que previamente no tenían ningún acceso a la misma. La experiencia de Barrio Adentro se realiza según los principios de democracia participativa. El programa incluye la gestión participativa de salud integral por parte de los miembros de la comunidad, un aumento en el número de ambulatorios y la acción de los médicos que viven en el seno de las propias comunidades donde trabajan. Los comités locales de salud escogidos por los vecinos tienen el poder de contactar directamente con los gobiernos federal y local para pedir nuevos y mejores servicios para sus comunidades.
Situándose en una perspectiva global, ¿cuáles son los principales problemas de salud pública que afectan a la humanidad? ¿Dónde están las mayores urgencias?
La mayoría de personas que habitan el planeta no posee el mínimo bienestar material y social que les permita un desarrollo adecuado de su salud. Más de 800 millones de personas tienen hambre, 150 millones de niños tienen un peso menor del que corresponde a su edad y más de 10 millones de niños no alcanzan los 5 años de vida, dos tercios de las cuales son producidas por el sarampión, la diarrea, la malaria, la neumonía y la desnutrición. ¿En quién y dónde ocurre se localizan los problemas? En primer lugar, como es sabido, en los países pobres donde aproximadamente el 40% de los niños i niñas de dos años tienen una estatura menor de la que les corresponde y las tasas de mortalidad materna son, en promedio, 30 veces las de los países ricos. Si analizamos la situación social y económica del planeta, aunque mejor habría que hablar de que la humanidad vive en planetas diferentes, estos datos no nos extrañan: un 1% de la población acumula la misma cantidad de ingresos que varios miles de millones de personas pobres, y mientras el 20% más rico aumenta sus ingresos, el 50% más pobre se empobrece aun más en términos reales. De hecho, en el último medio siglo la cantidad de ricos se ha duplicado y la cantidad de pobres triplicado. Los datos son escandalosos. Doscientos cincuenta millones de niños y niñas transportan ladrillos, acarrean basura, rompen piedras o fabrican de sol a sol bombillas, alfombras, balones de fútbol. El valor anual de los productos para animales vendidos en Estados Unidos es cuatro veces mayor que toda la producción de Etiopía. A la vez, sin embargo, en el Tercer Mundo se asientan islas de privilegio y en los países ricos existen amplios núcleos de barrios marginados y entre un 7 y un 17% de pobres. En Estados Unidos, por ejemplo, el millón de hogares más rico posee 140 veces más riqueza que el millón más pobre. El 1% de la población más rica tiene en sus manos cerca del 40% de la riqueza nacional y el 40% más pobre tiene mucho menos del 1%. Así pues, los pobres, las clases sociales más desfavorecidas, los explotados, los trabajadores precarios, las mujeres, los desempleados y los emigrantes, son quienes sufren en carne propia la peor epidemia de nuestro tiempo: la desigualdad social. Tienen menos recursos económicos, menos poder en la toma de decisiones, peor atención sanitaria y están más expuestos a los factores de riesgo que empeoran su salud. Estos problemas son la consecuencia del capitalismo y la globalización neoliberal y la muy desigual distribución del poder político y económico y la explotación y el dominio de muchos por una minoría.
Podría pensarse que los temas de salud pública tiene una solución relativamente fácil: bastaría con que el Estado de Bienestar, independientemente del sistema económico capitalista, tomase cuenta de la situación y dedicase más medios a las zonas y capas afectadas. En definitiva, la cuestión se reduciría a ofrecer más recursos y actuar ante los más desfavorecidos. ¿Puede ser esta la solución que resuelva los problemas de salud? ¿Qué políticas de salud pública podrían mejorar la salud de las capas sociales y las zonas geográficas en peor situación?
La información y los estudios acumulados muestran de forma contundente como la salud comunitaria o poblacional depende, sobre todo, de la acumulación de los efectos producidos por las condiciones sociales y económicas sobre nuestras vidas. Sabemos que la desigualdad social no es buena para nuestra salud, sabemos que los más ricos y con más educación viven más y tienen mejor salud, sabemos que esa desigualdad persiste incluso en aquellas sociedades con la menor desigualdad de renta, la mejor educación pública, y el nivel de salud pública y servicios sanitarios más elevado, y también sabemos que una mayor igualdad social requiere una redistribución igualitaria de la riqueza que favorezca a quienes menos tienen. Por tanto, reducir las desigualdades en salud necesitamos, cuando menos, reducir las desigualdades en la riqueza mediante políticas fiscales progresivas y políticas sociales que reduzcan el desempleo, la precariedad laboral y la marginación y que incrementen el acceso y la calidad de la educación, la vivienda y los servicios sanitarios entre quienes más lo necesitan. Ahora bien, aunque sabemos que el principal determinante de la equidad en la salud es la justicia, la manifiesta desigualdad social que caracteriza al capitalismo existente contradice los mitos de progresiva libertad e igualdad con los que se quiere justifica el orden social existente. Así pues, si no se transforma la organización, la estructura socio-política y las desigualdades de poder que atenazan al planeta no será posible reducir la desigualdad en salud hasta niveles cuando menos aceptables. La pregunta que podemos hacernos es: ¿es posible eliminar o reducir globalmente la desigualdad a un nivel mínimo bajo un capitalismo que multiplica las injusticias y degrada al planeta, donde unos pocos países sobredesarrollados subdesarrollan a los países pobres, donde la explotación, dominio y discriminación son enormes? Aunque las políticas del Estado de Bienestar son imprescindibles, algunos estamos convencidos de que una reducción adecuada de la desigualdad no será posible bajo este capitalismo, y más que probablemente bajo cualquier otra forma de capitalismo.
¿Creéis que la izquierda con finalidad transformadora ha tomado suficiente nota de las cuestiones relacionadas con los asuntos que estamos tratando? ¿Cómo podemos y qué debemos hacer para "Aprender a mirar la salud" con una mirada que no permanezca ciega o esté obnubilada?
Hasta el momento, los temas de salud pública y la desigualdad en salud son aún muy poco conocidos por la ciudadanía. A ello no es nada ajeno la omnipresente visión biomédica dominante que hemos comentado que hace que la inmensa mayoría de la población y los profesionales sanitarios vean la salud como algo biológico, relacionado con la atención sanitaria o, en todo caso, con eso que se denomina "estilos de vida". Con muy pocas excepciones, hasta ahora ni los partidos políticos, ni los sindicatos, ni los movimientos sociales ciudadanos han percibido las desigualdades de salud como un tema fundamental que tiene sus raíces y sus soluciones en la sociedad y la política. De hecho, incluso en el mundo académico ocurre algo curioso ya que quienes estudian los problemas de salud suelen olvidarse sistemáticamente que también se trata de un fenómeno social, mientras que sociólogos y politólogos tratan los temas sociales sin analizar la salud sin darse cuenta de que los temas de salud son sobre todo temas sociales y políticos. Es por ello, que nos parece que sobre este tema debe hacerse una gran labor de pedagogía. Cualquier transformación social profunda tiene su origen -inicialmente al menos- en otra manera de mirar la realidad. Pues bien, en la actualidad puede decirse que en el planeta la pobreza, la exclusión social y la desigualdad en salud son inmensas, escandalosas, mucho mayores de lo que vemos o de lo que imaginamos. Sólo con buena información, capacidad crítica, reflexión, y un cambio notable de valores es posible ver la salud de otra manera. En un tiempo como el que vivimos donde todo se comercializa y la barbarie y el pragmatismo todo lo invaden, donde se manipula la información, se falsea la historia y casi todo se maquilla, es preciso preservar el sentido del horror y de la realidad. Por otro lado, denunciar el problema como hace el Banco Mundial para luego hacer acciones que favorecen el desarrollo de un capitalismo aún más salvaje no es ninguna solución, hacen falta alternativas reales. En los balbuceos del nuevo siglo que comienza, es preciso un compromiso personal y colectivo real con el derecho a la prevención de la enfermedad y a la protección y promoción de la salud que deben tener todos los habitantes de nuestro planeta. Hacerlo es posible, no caben excusas.
Para finalizar, ¿qué ideas os gustaría destacar por encima de todo en relación con la situación de desigualdad en salud que vive el planeta?
La globalización capitalista actual ha ensanchado las desigualdades sociales y de salud hasta extremos jamás conocidos en la historia. Hoy en día, entre un 10% y un 20% de la población mundial vive con niveles materiales muy elevados, explotando y protegiéndose de quienes no tienen o tienen muy poco. Un poder tan desigual beneficia o daña muy desigualmente la salud de las gentes. Así pues, el bienestar y la salud de unos pocos se alimenta del sufrimiento y la mala salud de muchos. Tras la actual globalización neoliberal lo que está en juego es la salud y el bienestar de las personas. Tras un complicado, y a menudo oculto, entramado de intercambios, intereses y conflictos desiguales, los gobiernos, las instituciones internacionales y las empresas más poderosas toman cada día miles de decisiones comerciales, financieras, militares, y sociales que defienden a unos pocos privilegiados y determinan -aunque no seamos conscientes de ello- la enfermedad y la muerte de millones de seres humanos. Si a lo largo de la historia cada civilización ha creado sus propias enfermedades y sus propias epidemias, en la actualidad nuestra enfermedad más importante, nuestra epidemia más devastadora, no es la tuberculosis, la malaria, el sida, el cáncer de pulmón o las enfermedades cardiovasculares sino la desigualdad social que produce esas y otras enfermedades.

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Miembros de SEMFYC denuncian que la industria "inventa" enfermedades.

Tras las controvertidas declaraciones de varios miembros de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (Semfyc) alertando de los riesgos de "inventar" enfermedades por parte de la industria farmacéutica y denunciando que el sector "se esfuerza por ampliar progresivamente los límites de las patologías tratables o prevenibles", las reacciones no se han hecho esperar.
En primer término, Farmaindustria ha asegurado que la industria "en ningún caso se inventa enfermedades" y "son los médicos los únicos que deciden sobre la prescripción de medicamentos". Fuentes de la patronal han subrayado, además, que "los médicos de familia españoles disponen de un gran nivel formativo y de conocimientos y saben cuándo y de qué manera prescribir los medicamentos, sin ningún tipo de intromisión".
Por su parte, el presidente de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (Semergen), Julio Zarco, ha manifestado a este periódico que esta crítica —realizada en el marco del 26º Congreso de Semfyc, celebrado la pasada semana en Valencia— es "absolutamente arriesgada, no tiene ningún fundamento científico" y, además, "puede generar alarma y también la desconfianza de la sociedad y del paciente hacia la industria farmacéutica".
A juicio de Zarco, la industria "no sólo genera beneficios —algo lícito y transparente—, sino que también genera calidad de vida a la sociedad". Además, el presidente de Semergen hace especial hincapié en el hecho de que "más del 80 por ciento de la investigación biomédica y de la inversión en I+D procede de la industria".
Según Zarco, todas las sociedades científicas —incluidas Semfyc y Semergen— se apoyan en el Código Español de Buenas Prácticas para la Promoción de los Medicamentos de Farmaindustria. "Las sociedades científicas velamos por el cumplimiento de este código y nos apoyamos en la industria para realizar actividades en una simbiosis transparente y ética", asegura. Por esta razón, en opinión de Zarco, el "alegato" realizado por varios miembros de Semfyc llamando la atención sobre la "propaganda de enfermedades" y reclamando a la Administración que adopte medidas para contrarrestar esta "marea desinformativa" es "algo paradójico" y "no tiene mucha lógica", ya que "ha sido realizado en el marco de un congreso en el que también está la industria farmacéutica".
"Creemos que la industria es ética y tiene una labor social y de incremento de la calidad de vida y por ello colaboramos mutuamente", concluye Julio Zarco.
Vale. La polémica está servida. ¿Qué opinas tú?

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10 noviembre 2006

La imagen de la industria farmacéutica apesta.

Un poco fuertecito el título de este mensaje, ¿no?. Pues la frase en cuestión pertenece a alguien que, por pertenecer al propia sector farmacéutico, algo debe saber sobre el tema. Me refiero a Jack Watters (vicepresidente de Asuntos Regulatorios e Institucionales de Pfizer para Europa, América Latina, África y Oriente Medio) que, tras realizar estas declaraciones, ha avivado el debate en torno a uno de los grandes problemas que actualmente encaran las compañías del sector."

La industria farmacéutica se asocia con un cinismo apabullante, la sociedad recela de las motivaciones del sector y de los enormes ingresos que genera", sentenciaba recientemente Watters en el dominical Scotland on Sunday. Y es que las compañías farmacéuticas arrastran desde hace años el pesado lastre de una imagen muy poco favorable, a pesar de que sus aportaciones y actividades sociales son muy superiores a las de otros sectores. En cualquier caso, año tras año, la industria ostenta el dudoso honor de liderar el ranking de los sectores peor considerados por los consumidores, una imagen denostada que sólo es superada por las compañías petroleras y la industria del tabaco.


"Es curioso que el medicamento goza de una buena imagen pero no así las compañías farmacéuticas, que son quienes los investigan, descubren y ponen a disposición de los pacientes", afirma Vicente Fisac (director de comunicación de AstraZeneca). "Los laboratorios farmacéuticos —explica— son los auténticos protagonistas del medicamento y su contribución al progreso de la medicina es innegable, por tanto, si se habla de medicamentos, ¿no habrá que escuchar la voz de quienes los han descubierto, desarrollado y fabricado?"


Una opinión con la que coincide Juan Blanco (director de comunicación de Bayer HealthCare y presidente de la Asociación de Profesionales de la Comunicación de la Industria Farmacéutica -ACOIF-). "No deja de ser paradójico —apunta— que uno de los sectores que más ha contribuido a la mejora de la calidad y esperanza de vida de la población, que más invierte en I+D, que aporta más fondos al desarrollo del Tercer Mundo, que salva vidas..., tenga una imagen, ante determinados sectores de la opinión pública, tan deteriorada".


Entre las principales razones que explican la mala imagen de la industria, Lucas Urquijo (director de comunicación de Roche Farma) señala la abultada facturación de las compañías farmacéuticas y que, además, "tradicionalmente, la industria no se ha comunicado con el exterior, lo que ha podido interpretarse como un intento de ocultación, aunque no sea real".


Según reconoce el director de comunicación de Roche Farma, quizás se ha fallado "a la hora de comunicar lo que hay detrás de un nuevo medicamento en el mercado, la inversión no sólo económica que supone, sino también en recursos humanos". Para Urquijo, "es posible que el público sólo sea consciente de que es una industria lucrativa y no de que existe una inversión previa que hay que amortizar y que tiene que obtener beneficios para reinvertirlos en la investigación de nuevas moléculas que podrán convertirse en fármacos en el futuro".


Una afirmación con la que también está de acuerdo su homólogo en Pfizer, Francisco García Pascual. "Las compañías biomédicas han evidenciado un déficit de comunicación con la sociedad, centrándose en los profesionales médicos y obviando la trascendencia de comunicar su trabajo a la sociedad", explica. En su opinión, "unas compañías que son capaces de investigar y desarrollar productos que mejoran la salud y la calidad de vida de los enfermos, y que son capaces de salvar vidas, deben estar en el tramo más alto posible en cuanto a imagen", asevera.


En este punto, Iñigo Fernández (director de Políticas Institucionales de Servier) añade que "pocas veces se han explicado los beneficios de que los pacientes en España dispongan rápidamente de los medicamentos más innovadores; o que el gasto en medicamentos repercute directamente en ganancia en años y calidad de vida; o bien el hecho de que el incremento de inversiones en I+D permite seguir descubriendo medicamentos que faciliten y mejoren el tratamiento de las enfermedades".


Por su parte, Fernando Mugarza (director de comunicación de Novartis) matiza que "si bien es verdad que la industria farmacéutica no goza de una imagen adecuada entre algunos segmentos muy determinados de la estructura social (especialmente en EEUU y el mundo anglosajón en general), según el último estudio desarrollado por Forética, la industria farmacéutica investigadora en su conjunto, los laboratorios en España, son los que gozan de mayor credibilidad entre los ciudadanos encuestados".


Por esta razón, Mugarza subraya que "habría que evitar en lo posible los tópicos y en cualquier caso hacer un esfuerzo mayor de comunicación con todos y cada uno de los grupos de stakeholders o partes interesadas, tratando de aportarles respuestas claras, concisas, específicas y de alto valor añadido a sus necesidades e inquietudes, haciendo especial énfasis entre los grupos sociales más críticos, para que con el tiempo puedan ir modulando su percepción de una forma más positiva hacia un sector tan comprometido globalmente como es el del medicamento".


También Gloria Pujol (directora de comunicación de Sanofi-Aventis) plantea una visión menos crítica sobre el problema, al señalar que "si nos ajustamos a las encuestas publicadas no es cierto que la industria farmacéutica tenga mala imagen entre el público en general , según se desprende del 'Estudio de confianza en el Sistema Nacional de Salud', elaborado en julio de este año por la Fundación Biblioteca Josep Laporte y la Universidad de Harvard". No obstante, Pujol puntualiza que "el público es especialmente exigente con las grandes corporaciones, más aún cuando considera que tienen en sus manos temas tan importantes como la salud, por lo que es importante realizar un esfuerzo especial en las políticas y planes de retorno social y su comunicación".


En la misma línea, Julián Zabala (director de comunicación de Farmaindustria) explica que "según múltiples encuestas de percepción, la industria farmacéutica no tiene mala imagen ante el ciudadano y mucho menos entre los profesionales sanitarios, que son los que más conocen el sector". Aunque a continuación matiza y dice "otra cosa es que tenga peor imagen de lo que nos gustaría, pero lo cierto es que los esfuerzos que están haciendo las compañías por acercarse a la sociedad están dando sus frutos". El principal problema del sector, según Zabala, es que "en realidad, es un gran desconocido para la sociedad, en parte porque ha permanecido demasiado tiempo sin preocuparse por dar a conocer el valor de lo que hace y representa".


Frente a todo ello, películas como "El jardinero fiel" (basada en una novela de John Le Carré) contribuyen a perpetuar una imagen negativa de la industria entre la sociedad. En concreto, el largometraje denuncia la corrupción de una multinacional farmacéutica ficticia en Kenia, aunque Le Carré asegura que, para escribir la novela, se basó en "hechos reales" acaecidos en Nigeria. Y no se trata de un caso aislado, ya que próximamente la industria será blanco de las críticas del director de cine estadounidense Michael Moore (Bowling for Columbine, Farenheit 9/11), que estrenará su nuevo documental, Sicko, en junio de 2007.


Dejando a un lado el mundo cinematográfico, otra voz que se alza contra las compañías farmacéuticas es Marcia Angell, ex directora de The New England Journal of Medicine y autora del libro "The Truth About the Drug Companies: How They Deceive Us and What to Do About It" (La verdad sobre la industria farmacéutica: cómo nos engañan y qué hacer al respecto). Una polémica obra en la que Angell arremete contra la industria y su falta de innovación, con argumentos como que "los precios de los fármacos están altos para mantener unos beneficios elevados" o que "si un medicamento fuera realmente innovador, no habría que hacer tanto marketing".


En la misma línea, el bioquímico y periodista alemán Jörg Blech publicó el pasado año un libro titulado "Los inventores de enfermedades. Cómo nos convierten en pacientes", en el que Blech asevera que fármacos para tratar la obesidad, la impotencia y la alopecia inundan las farmacias occidentales, mientras que, en los países africanos, enfermedades como el cólera, la malaria o el dengue siguen matando a millones de personas.


Además, entre los medios de comunicación abundan también los ejemplos que demuestran escasa sensibilidad hacia el sector. Así, el pasado mes de junio, el diario El País se hacía eco de un estudio realizado por Consumers International (una organización que agrupa a 230 asociaciones de consumidores de 113 países), denunciando la falta de transparencia del sector en materia de responsabilidad social corporativa (RSC). "Las grandes farmacéuticas gastan el doble en promoción que en investigar", sentenciaba el titular. Otros diarios españoles como El Mundo han seguido la misma senda con titulares como "La avaricia rompe el fármaco" o "Médicos nigerianos acusan a Pfizer de probar un fármaco en niños sin autorización". Crisis de confianza, negocio, avaricia y manipulación son términos que continúan asociándose con el sector.


Sin embargo, tras el bache de los últimos tiempos, la industria ha comenzado a tomar conciencia de las consecuencias de una mala imagen. "Hemos llegado al punto de ser conscientes de los problemas que acarrea una deficiente comunicación o una comunicación ajena a la propia industria", señala Francisco García Pascual. "Por esta razón —argumenta— las empresas del sector van profesionalizando sus departamentos de comunicación, para que la información que se transmita a los medios sea la correcta, con la transparencia como premisa fundamental en todos los mensajes". Del mismo modo, Vicente Fisac se muestra convencido de que "la apertura y la transparencia es el único camino para que te conozcan, pero el lastre histórico aún pesa y llevará su tiempo cambiar los clichés preestablecidos".


Por otra parte, el director de comunicación de Bayer considera un "error" el hecho de que "las actividades de comunicación de numerosas compañías se centran casi exclusivamente en comunicación de producto, dirigidas únicamente a los profesionales sanitarios y coordinados por los departamentos de marketing". En su opinión, "la comunicación en el sector farmacéutico debería tener una visión mucho más amplia, más acorde con las necesidades actuales de la sociedad y conectar mejor con la opinión pública".


También Iñigo Fernández cree que las iniciativas que se lleven a cabo en este ámbito deberían dirigirse a "crear una comunicación directa con la población general, no sobre medicamentos concretos, sino sobre lo que aporta la industria a la sociedad". En este sentido, destaca que "habría que trasladar a los pacientes y a la población en general los beneficios que aportan los fármacos, explicarles cómo ha cambiado el pronóstico de muchas enfermedades gracias a la innovación en medicamentos, por qué y cómo se hacen los ensayos clínicos, etc.".


En cualquier caso, aunque la industria se caracteriza por su compromiso con la sociedad y el grado de excelencia en todos sus procesos, Julián Zabala se muestra convencido de que es necesario hacer un continuo ejercicio de autocrítica y cambiar algunos modelos. "Debemos desterrar el modelo que nos ha llevado a una situación en la que la sociedad no entiende, ni por tanto comparte, algunos de nuestros mensajes más importantes", asegura. "Tenemos argumentos suficientes para aumentar el radio de nuestras actuaciones en materia de comunicación, lo que exige recursos, compromiso y tiempo para empaparnos de esta nueva cultura", apunta.


En esta línea, proyectos de responsabilidad social corporativa, campañas de sensibilización y prevención de enfermedades, programas educativos dirigidos a la población, el Código de Buenas Prácticas de Promoción de Medicamentos o el acceso universal a las bases de datos de estudios clínicos, son algunos ejemplos que están impulsando el cambio de imagen del sector, concluye Juan Blanco.

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06 noviembre 2006

Casi la cuarta parte del dinero que gastan los gobiernos en medicina se pierde debido a la corrupción.

Organización Mundial de la Salud (OMS).-

Casi la cuarta parte del dinero que gastan los gobiernos en medicina se pierde debido a la corrupción, dijo ayer la Organización Mundial de la Salud. Aunque no dio cifras exactas, el organismo dependiente de la ONU calculó los gastos de los gobiernos en medicamentos en unos 50.000 millones de dólares anuales, de los cuales entre el 10 y el 25% se pierden debido al fraude, el soborno y la desviación de drogas.

“Esto es una aberración cuando se piensa que las poblaciones pobres luchan contra la doble desgracia del enorme peso de la enfermedad y el escaso acceso a los productos médicos”, dijo el director general adjunto de la OMS, Howard Zocker. “Los países deben enfrentar este problema y asegurar que los valiosos recursos dedicados a la salud sean bien utilizados”.

Los medicamentos pasan por varios intermediarios del fabricante al paciente, lo cual genera oportunidades para la corrupción, dijo el organismo global de salud en un comunicado.

Según la OMS, funcionarios corruptos suelen aceptar sobornos para autorizar medicamentos sin poseer la información suficiente sobre ellos o bien impiden deliberadamente la autorización para recibir pagos de los proveedores.

También se cometen robos y fraude durante la distribución de los medicamentos y cuando se selecciona el personal regulatorio sobre la base del favoritismo en lugar de la idoneidad profesional, sostuvo la OMS.

La corrupción permite que medicamentos falsificados o de calidad inferior lleguen al mercado, lo cual acrecienta el peligro para la salud de la población, acotó.

Unos 40 especialistas en salud, representantes de gobiernos y la industria farmacéutica se reunieron el lunes y martes en la sede de la OMS para elaborar planes de lucha contra la corrupción.

Guitelle Baghdadi-Sabeti, funcionaria de la OMS en materia de política y pautas para medicamentos, dijo que uno de los objetivos era crear un grupo asesor global para promover la honestidad oficial en materia de adquisición de drogas. Participarían en éste expertos de organizaciones internacionales y funcionarios de gobiernos.

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03 noviembre 2006

El chanchullo de la investigación del Gran Farma.

“Al mismo tiempo que ocultan estudios negativos, estas compañías lanzaron al mercado medicamentos que sabían que eran defectuosos de uno u otro modo. Todos estos fármacos han costado caro a los contribuyentes, sin mencionar los sufrimientos personales que han infligido.”

Durante los últimos seis años, diez medicamentos aprobados por la FDA [Administración de Drogas y Alimentos de los Estados Unidos (de Usamérica)] fueron retirados del mercado por causa de muertes y lesiones, lo que llevó a legisladores a acusar a la FDA de no cumplir con su tarea de protección del público contra drogas peligrosas y a pedir medidas de mejora.

El 20 de junio de 2006, el New York Times informó que “se espera que dos influyentes senadores presenten dentro de semanas una proposición legislativa que podría cambiar de manera drástica cómo los fármacos son probados y autorizados en USA.”

Los senadores relacionados con la proposición son Michael Enzi (republicano), presidente del Comité de Salud, Educación, Trabajo y Pensiones, y Ted Kennedy (demócrata), el principal demócrata en el comité.

“En términos amplios,” explica el artículo de Gardner Harris en el Times: “La ley requeriría que los fabricantes de medicamentes revelaran los resultados de todos los principales ensayos clínicos humanos de sus fármacos, conocidos como pruebas de la Fase 3 y la Fase 4; crearan un plan de administración de los riesgos para revelar y controlar cualesquiera problemas de seguridad que se presenten después de que un fármaco es aprobado; y que pagaran multas si no se ajustan a este plan, según cuatro expertos que fueron informados sobre las proposiciones.”

Sin embargo, mientras los legisladores tratan de asegurar que el Gran Farma no continúe ocultando reacciones adversas que aparecen durante los ensayos clínicos de fármacos” y de romper los vínculos entre los funcionarios de salud pública de la nación y el Gran Farma, el gobierno Bush sigue impulsando sus confortables relaciones y ayudando a que las compañías farmacéuticas escapen a la responsabilidad por su mal comportamiento.

El mejor ejemplo de los esfuerzos del gobierno por proteger al Gran Farma fue revelado recientemente cuando la FDA anunció una reglamentación preventiva que desestimaría los procesos en los tribunales estatales contra los fabricantes de fármacos si un medicamento ha sido aprobado por la FDA.

“Consideramos que si su compañía cumple con los procesos de la FDA, si presenta los beneficios y los riesgos de su fármaco, y si permite que su información sea evaluada a través de un proceso con científicos altamente capacitados, no debería ser cuestionada a posteriori por tribunales estatales que no tienen los mismos conocimientos científicos,” dijo el comisionado adjunto de la FDA para asuntos médicos y científicos, Scott Gottlieb.

Hay que reconocer que ciertamente la FDA no es la única agencia de salud pública que está metida con el Gran Farma. Nadie puede negar que el Gran Farma sea un corruptor que ofrece igualdad de oportunidades. Es obvio que las compañías farmacéuticas han infiltrado todas las agencias reguladoras federales de USA.

Por ejemplo, el 14 de junio de 2006, un investigador de Alzheimer del Instituto Nacional de Salud, el doctor Trey Sunderland, apeló a sus derechos según la Quinta Enmienda, y se negó a testificar ante el Comité de Energía y Comercio de la Cámara de Representantes sobre acusaciones de que se había beneficiado de la autorización que dio acceso a Pfizer a muestras de fluido espinal y plasma recolectadas por el INS.

Documentos presentados en la audiencia revelaron que entre 1996 y 2004, el doctor Sunderland aceptó pagos por consultoría, presentaciones y asesoría por un total de 612.000 dólares, y miembros del personal del comité calcularon que unos 285.000 dólares tuvieron que ver con 3.245 muestras tomadas de 538 pacientes que participaron como voluntarios en el INS.

A un precio de unos 12.000 dólares por paciente, el comité calcula el coste de recolectar las muestras que el doctor Sunderland entregó a Pfizer en cerca de 6,5 millones de dólares.

El comité también señaló que el doctor no solicitó aprobación previa a fin de trabajar para Pfizer, y que no informó sobre ninguna parte del ingreso a la agencia, como lo requieren las reglas del INS.

En realidad, en un cierto punto, el doctor Sunderland, al ser interrogado, dijo que no tenía arreglos económicos externos. Según LA Times del 22 de diciembre de 2004, la funcionaria de ética Olga Boikess notó en marzo de 2000, mientras controlaba informes financieros de científicos en el INS, que el doctor Sunderland no había declarado ningún trabajo para la industria, de modo que le envió un correo electrónico que decía: “Usted no mencionó ninguna posición externa.”

A lo que el doctor Sunderland replicó: “No tengo ninguna posición externa que señalar.”

Este caso se ha estado alargando durante años, pero es probable que el doctor no se haya preocupado demasiado, porque la historia muestra que cada vez que un legislador republicano se pone demasiado molesto en cuanto a rastros monetarios que conducen al INS, el Gran Farma simplemente ofrece suficiente dinero para inducirlo a abandonar el barco.

Hace un par de años, dos republicanos en poderosos comités se dieron vuelta la chaqueta poco después de que iniciaron investigaciones sobre conflictos de interés entre compañías farmacéuticas y empleados del INS.

El representante WJ "Billy" Tauzin (Republicano), presidente del Comité de Energía y Comercio de la Cámara de Representantes, había citado “honorarios de consultoría y opciones de compra de acciones de las compañías farmacéuticas” como motivos para solicitar documentación sobre pagos del Gran Farma a científicos del INS.

¿Y qué pasó? Tauzin anuncia que no se presentará a la reelección, y abandona el Congreso para ser presidente de los Investigadores y Fabricantes Farmacéuticos de USA, el gigantesco grupo empresarial que representa al Gran Farma, con 2 millones de dólares en salarios, prestaciones y beneficios extra.

Y luego fue el turno del representante James Greenwood (Republicano), que condujo 3 audiencias sobre conflictos de interés en el INS y criticó a la agencia por permitir que los científicos utilizaran una “silla giratoria” para tomar decisiones mientras recibían dinero de las compañías farmacéuticas.

Pero poco después, en julio de 2004, el representante Greenwood anuncia que renuncia a su puesto como presidente del subcomité de Energía y Comercio para jubilarse, sólo para convertirse en presidente de la Organización de la Industria Biotecnológica, un grupo que en el mismo año, exhortó a los legisladores a no prohibir que los científicos del INS participen en acuerdos pagados de consultoría.Un informe de la Oficina de Ética Gubernamental, publicado el mismo mes en el que el representante Greenwood anunció su “jubilación”, señaló que el INS estaba acosado por una “cultura indulgente” y reveló que un 40% de 155 pagos seleccionados al azar a empleados de la agencia analizados, no habían sido aprobados ni explicados dentro del INS.

La FDA sigue arriba en la lista por corrupción simplemente porque la FDA evalúa la seguridad y la efectividad de los fármacos y decide qué medicamentos pueden ser comercializados en USA.

Típicamente, como un primer paso hacia el proceso de aprobación, una compañía farmacéutica inicia pruebas de laboratorio para evaluar la efectividad y seguridad de un medicamento y si los ensayos clínicos de laboratorio tienen éxito, la compañía comienza a probar el fármaco con animales. La FDA no se involucra hasta que el fabricante pide permiso para probar el medicamento con seres humanos.

Cuando el medicamento llega a ese punto, el Centro de Evaluación e Investigación de Medicamentos de la FDA evalúa los resultados de laboratorio y de ensayos clínicos con animales antes de permitir algún estudio con seres humanos.

Una vez que un medicamento es aprobado para ensayos clínicos con seres humanos, se nombra un Consejo de Estudio Institucional (IRB, por sus siglas en inglés) para estudiar y controlar la investigación. Un IRB es compuesto generalmente por científicos, doctores y otros profesionales médicos externos y tiene autoridad para aprobar o desaprobar un estudio o solicitar modificaciones para asegurar la aprobación de la investigación.

El propósito de un IRB es asegurar que se adopten pasos adecuados para proteger los derechos y el bienestar de los sujetos humanos. Para ese fin, el IRB utiliza un proceso de grupo para estudiar los protocolos y materiales de investigación, como ser documentos de consenso informado y folletos de investigadores relacionados con la investigación.

En los últimos años, han aparecido serias dudas sobre la imparcialidad del proceso de revisión debido a que muchos de los asesores de la FDA que recomiendan la aprobación de un producto están al mismo tiempo empleados por la compañía farmacéutica que desarrolló el medicamento o tienen algún interés financiero vinculado a esa compañía.

Los críticos dicen que fármacos peligrosos están obteniendo aprobación gracias a estos conflictos de intereses. Por ejemplo, casi un tercio de los miembros del panel asesor que revisó los datos sobre Vioxx, Celebrex y Bextra, y votaron a favor de que se permitiera que los fármacos continuaran en el mercado, incluso después de que Vioxx fue retirado del mercado, tenían lazos financieros con los fabricantes de los medicamentos y sin sus votos, estos jamás habrían recibido un voto de aprobación.

Además, siguen apareciendo problemas en la industria privada de investigación. La industria ahora emplea a Organizaciones Contractuales de Investigación (CRO, por sus siglas en inglés), para realizar investigaciones.

Los críticos dicen que las CRO competidoras, amañan la investigación para favorecer la aprobación a fin de obtener más contratos. El financiamiento disponible es enorme. Según un comentario de MSNBC del 24 de marzo de 2006, de Arthur Caplan, director del Centro de Bioética de la Universidad de Pensilvania: “Compañías privadas que realizan estudios para las compañías fabricantes de fármacos y de dispositivos constituyen ahora una industria de 14.000 millones de dólares sólo en USA.”

Según John Abramson, instructor clínico en la Escuela de Medicina de Harvard, y autor de "Overdosed America": “Cuando fueron creados los consejos de revisión institucional [IRB, por sus siglas en inglés], la mayor parte de la investigación médica era realizada por las universidades y por instituciones sin fines de lucro.”

“De la misma manera, dice el señor Abramsom: “la supervisión de la seguridad de los voluntarios humanos en la mayoría de los estudios usamericanos ya no es realizada por IRB sin fines de lucro, sino por compañías de comprobación en busca de beneficios, contratadas directamente por compañías de investigación en busca de beneficios.

”Dice que, a su juicio, el sistema carece de los controles y contrapesos adecuados para proteger a los voluntarios humanos.

En el LA Times del 6 de abril de 2006, el señor Abramsom hizo una escandalosa revelación cuando dijo: “La FDA aprobó recientemente “estudios de fase 0” en los que puede darse a seres humanos dosis minúsculas de fármacos experimentales incluso antes de completar los estudios con animales.

”Un caso reciente en Gran Bretaña demuestra los peligros que podrían ocurrir en un estudio semejante. En marzo de 2006, seis hombres por lo demás saludables terminaron en condición crítica en un hospital londinense después de participar en una prueba de un nuevo medicamento anti-inflamatorio, llamado TGN1412, para tratar condiciones que tienen que ver con el sistema inmunológico, como ser leucemia, múltiple esclerosis y artritis reumatoide, realizada por la compañía basada en USA, Parexel International Corp, por cuenta del fabricante farmacéutico alemán TeGenero.

El más afectado de los seis hombres, Mohamed 'Nino' Abdelhady, llamado el Hombre Elefante por la extrema hinchazón de su cabeza, declaró el 5 de abril al Daily Mail que lo plagan las pesadillas.

Mientras todavía se recuperaba en el hospital, explicó lo que llegaba a recordar: “Comencé a sentirme enfermo,” dijo, “prácticamente en cuanto terminaron de inyectarme.”

“Me sentí como si tuviera piedras sobre mi cabeza,” recordó, “y debo haber comenzado a tener alucinaciones.”

“Ayúdenme,” dijo al periódico y gritó: “Me muero.”

Ryan Wilson, el hombre más críticamente enfermo, imploró a los médicos que lo mataran porque estaba desesperado de dolor. Advirtieron a su familia que fallaban su corazón, sus pulmones y sus riñones.

Su cuñada, Jo Brown, recordó el horrible momento cuando vieron al señor Wilson en terapia intensiva. Dijo a los periodistas que su cabeza se había hinchado a casi tres veces su tamaño normal, que su cuello era igual o más voluminoso que su cabeza y que su piel se había tornado color púrpura oscuro.

El señor Wilson continuó en coma durante tres semanas, y al despertarse supo que podría perder partes de los dedos de sus manos y pies, que se volvieron negros como reacción al medicamento.

“Me dicen que es como congelación y que mis dedos simplemente se caerían,” declaró recientemente al británico News of the World.

Además, el señor Wilson también sufrió de insuficiencia cardiaca, hepática y renal, septicemia, neumonía, y necrosis, y se estima que tiene mucha suerte de estar vivo, según News Target de 20 de mayo de 2006.

La investigación de Parexel fue de la etapa de Fase I, cuando un medicamento es probado en cuanto a su seguridad con un número limitado de personas que reciben una ínfima dosis bajo una supervisión cuidadosa, no para determinar si el fármaco funciona, sino para probar sus efectos adversos, según Preguntas y Respuestas sobre ensayos clínicos de medicamentos de BBC News de 16 de marzo de 2006.

Los expertos dicen que el reclutamiento de sujetos para el ensayo de Parexel dejó mucho que desear. El sitio en la red que anunció el reclutamiento apenas mencionó los riesgos potenciales, pero entró en muchos detalles sobre la buena paga, la comida gratis y “mucho tiempo para leer o estudiar o simplemente descansar, con TV digital, mesa de pool, juegos de vídeo, reproductor de DVD y acceso libre a Internet.”

Parexel también recluta colocando anuncios online o en periódicos locales donde, dicen los críticos, atraen la atención de jóvenes y pobres. Una vez registrados, los reclutas reciben a menudo ofertas automáticas. “Las ofertas llegan continuamente mediante mensajes de texto,” dijo Tom de Castella, un ex voluntario de Parexel, en la edición del 19 de marzo de 2006 de Times Online. "650 libras esterlinas por tres días aquí, 1.000 libras por una semana allá,” dijo.

Eticistas que han visto el formulario de consentimiento de Parecel, que supuestamente describe el experimento y sus riesgos, declararon a Bloomberg News: “El documento no informa suficientemente a los participantes sobre los posibles peligros de la terapia o describe adecuadamente el tratamiento como un fármaco nuevo que puede perturbar el sistema inmunológico del cuerpo.”

El formulario de 13 páginas también explotó la necesidad de dinero de los sujetos, dijeron, amenazando con retener el pago de 2.000 libras (3.500 dólares) si los hombres abandonaban el ensayo prematuramente.

Técnicas altamente discutibles de reclutamiento también ocurren en USA. El 29 de noviembre de 2005, en Texas, la reportera del canal 42 de CBS News Nanci Wilson, reveló antecedentes que mostraron que personal de hospitales psiquiátricos en Texas ayudaron a reclutar a pacientes para estudios de medicamentos experimentales no aprobados por la FDA.

En un hospital estatal en San Antonio, CBS News encontró 16 camas reservadas para permitir que las compañías farmacéuticas realicen estudios con pacientes psiquiátricos bajo cuidado estatal. CBS 42 pidió a la psiquiatra de Austin, Deborah Peel, que estudiara algunos de los antecedentes que obtuvo.

La doctora Peel dijo que la situación provocaba diversas dudas sobre si es un tratamiento moral y ético: “Esencialmente convierten a la población del hospital estatal en sujetos de investigación,” señaló.

Funcionarios del hospital de Texas afirman que los pacientes enfermos mentales dan un consentimiento informado al firmar un formulario detallado que describe los riesgos y beneficios de los participantes en el estudio. Pero la doctora Peel dice: “Considero que existen dudas reales sobre cuán informado puede ser su consentimiento bajo esas situaciones, porque no se trata de gente que tenga los medios para decidir si va a otro sitio para recibir tratamiento, y por lo tanto, existe un poderoso elemento de presión, de coerción que debe sentir.”

“Una vez más,” subraya la doctora Peel, “tenemos gente que carece de medios, que depende del sistema estatal, y el sistema estatal trabaja en relación estrecha con corporaciones privadas.”

En numerosos estudios, investigadores de CBS News determinaron que se había dejado de suministrar a los pacientes medicamentos que daban resultados y que, en el nuevo estudio, algunos pacientes recibieron el fármaco experimental mientras que otros recibieron un placebo.

Los críticos señalan que para pacientes que toman una nueva medicina, no existe garantía de que dará resultados, y que se desconocen los riesgos y los efectos a largo plazo: “El que se deje de suministrar una medicación cuando acaban de ser admitidos por una incapacidad funcional y podría haberse causado un daño para ellos u otros, me provoca serios reparos,” declaró la doctora Peel a CBC News.

Lo que es peor, dice, es que no informan a los pacientes si están tomando un placebo o un medicamento incluso cuando se les da de alta del hospital durante el estudio. Podrían desarrollar tendencias suicidas, dijo, o podrían dañar a otros.

La FDA ha ignorado durante años atrocidades en la investigación con la participación de sujetos enfermos mentales. En 1998, un estudio de datos sobre fármacos antisicóticos atípicos presentado a la FDA, obtenido según la Ley de Libertad de Información (FOIA, por sus siglas en inglés) por Robert Whitaker, reveló numerosos problemas de seguridad para sujetos que participaron en los ensayos.

El señor Whitaker estableció que entre 12.176 pacientes de USA y del exterior de la época en la que fueron presentados los datos, hubo 88 muertes, incluyendo 38 suicidios, lo que significa que hubo una proporción general de muertes de 1 de cada 138 pacientes, según su artículo en el Boston Globe del 17 de noviembre de 1998.

Se estableció que la tasa de suicidios en ensayos clínicos fue dos a cinco veces superior que la norma. En la literatura médica, informó el señor Whitaker, las tasas de suicidio para esquizofrénicos varían entre dos y tres muertes por 1.000 por año, mientras que la tasa en los ensayos clínicos fue de cerca de 10 por 1.000.

Además, estableció que en cuanto a tres de los fármacos aprobados en el estudio –Zyprexa, Risperdal, y Seroquel- un 60% de los 7,269 pacientes que recibieron los medicamentos abandonaron antes del fin del estudio, que duró típicamente entre seis y ocho semanas.

En los años noventa, la perspectiva de que fármacos antipsicóticos obtuvieran aprobación de la FDA, prometía un mercado importante para el Gran Farma y por ello las compañías farmacéuticas necesitaban reclutar rápidamente a sujetos para los ensayos. Y las compañías farmacéuticas estaban dispuestas a pagar altos precios a los investigadores por cada paciente reclutado. En el artículo en el Boston Globe, el señor Whitaker discute un caso criminal en Georgia que revela hasta dónde están dispuestos a llegar los investigadores para cumplir con sus objetivos de reclutamiento.

El doctor Richard Borison, presidente del departamento de psiquiatría de la Escuela de Medicina de Georgia, y Bruce Diamond, un farmacólogo de la escuela, eran predilectos en cuanto a fármacos para esquizofrenia y tenían un truco para reunir rápidamente pacientes sicóticos para ensayos clínicos financiados por Eli Lilly, Janssen, Zeneca y Novartis.

Como miembros de la facultad, Borison y Diamond supuestamente debían obtener la aprobación para la investigación y los pagos por los ensayos clínicos debían ir supuestamente a la escuela. Pero según las autoridades de Georgia, que acusaron al dúo a comienzos de 1997, éste comenzó a hacer que los fabricantes de fármacos le pagaran directamente a partir de 1989.

Simplemente abrieron una oficina frente a la escuela, contrataron a un servicio comercial para que realizara reseñas éticas de sus estudios, y colocaron a su personal en la nómina de la escuela, pero se guardaron todo el dinero para sí mismos.

Por increíble que parezca el sistema funcionó durante unos 7 años. De 1989 a 1996, Borison y Diamond ganaron más de 10 millones, incluyendo más de 4 millones por fármacos para la esquizofrenia, según la acusación y el testimonio durante una investigación por el Hospital Augusta de Asuntos de Veteranos, donde Borison era jefe de psiquiatría.

Además los individuos eran hábiles. Para reclutar a los pacientes, en su mayoría varones, contrataron a atractivas muchachas, que testificaron que recibían bonificaciones que ascendían a miles de dólares, y a una hasta le dieron un Honda Accord.

Para hallar a sus reclutas, buscaban a pacientes mentalmente enfermos en estado estable que vivían en la comunidad y les ofrecían 150 dólares para que se registraran en el Hospital de Veteranos a fin de que pudieran participar en el estudio. A los pacientes que ya estaban en salas aisladas, les ofrecían cigarrillos para que participaran.

Coordinadores del estudio, muchos de ellos sin capacitación médica, determinaban si un paciente era apto para un estudio. Según una investigación de la FDA, personal no-capacitado extrajo muestras de sangre y ajustó las dosis de los medicamentos, y Borison y Diamond casi nunca veían a los pacientes.

Pero los dos vivían como reyes, según las autoridades de Georgia. Extrajeron más de 5 millones de dólares en efectivo y valores, gastaron casi medio millón en antigüedades y manejaban vehículos Mercedes-Benz.

Pero, como dice el proverbio, todo lo bueno tiene su fin. En diciembre de 1997, Diamond se declaró culpable de robo y soborno y fue multado con 125.000 dólares, sentenciado a 5 años de prisión, y al pago de 1,1 millones de dólares a la universidad.

Borison se declaró culpable de robo y extorsión, fue sentenciado a 15 años de prisión, multado con 125.000 dólares, y al pago de 4,26 millones a la universidad.
Para excluir todo peligro, con el paso de los años, el Gran Farma también se acostumbró a corromper el poder judicial.

Por ejemplo, el doctor Bruce Levine, psicólogo clínico y autor de “World Gone Crazy”, relata una historia de cómo Eli Lilly corrompió el proceso judicial en un caso que comenzó en 1989 cuando Joseph Wesbecker abrió fuego en su antiguo lugar de trabajo, matando a 8 personas e hiriendo a 12 más, antes de suicidarse, un mes después de comenzar a tomar Prozac. Las víctimas del tiroteo demandaron a Eli Lilly, afirmando que Prozac había desequilibrado al individuo.

Ya es sabido desde hace tiempo que Prozac produce violencia en algunos pacientes, pero la FDA nunca exigió que Lilly mencionara la violencia en la etiqueta del fármaco. Pero resulta que cinco de los 9 miembros del panel asesor de la FDA que en 1991 investigó la asociación entre Prozac y la violencia y votaron contra una etiqueta de advertencia contra la violencia, tenían vínculos con el Gran Farma, y dos de ellos habían servido como investigadores jefe de estudios de Prozac financiados por Lilly.

El juicio de Wesbecker no tuvo lugar hasta 1994 pero, mientras tanto, según el doctor Lavine: “"Eli Lilly había estado llegando a arreglos en casos de violencia por Prozac tras puertas cerradas.”

En realidad, dice, más de 150 demandas por Prozac habían sido presentadas a fines de 1994, así que “era había que buscar un juicio espectacular que se pudiera ganar.”

Un componente crucial de la estrategia legal de las víctimas en el caso Wesbecker fue que el jurado escuchara la historia de imprudente desdén de Lilly hacia los consumidores, especialmente respecto al medicamento Oraflex, introducido en 1982, pero retirado del mercado 3 meses después.

“Una investigación del Departamento de Justicia de USA vinculó a Oraflex con el fallecimiento de más de 100 pacientes,” señala el doctor Lavine, “y concluyó que Lilly había engañado a la FDA.”

Lilly fue acusada finalmente por 25 puntos relacionados con la identificación incorrecta de efectos secundarios y se declaró culpable.

En el proceso Wesbecker, abogados de Lilly argumentaron que la información sobre Oraflex sería demasiado perjudicial para ser escuchada por el jurado y el juez estuvo inicialmente de acuerdo. Sin embargo, cuando los abogados de Lilly utilizaron a testigos para que testificaran sobre su espléndido sistema de colección y análisis de efectos secundarios, el juez dijo que Lilly había abierto la puerta para evidencia contraria y que por lo tanto permitiría que se introdujera información sobre Oraflex.

A pesar de todo, para estupefacción del juez, dice el doctor Lavine: “los abogados de las víctimas nunca presentaron la evidencia sobre Oraflex y Eli Lilly ganó el juicio.

”Más adelante se supo que Lilly logró corromper el proceso judicial en el caso al lograr un acuerdo secreto con los abogados de las víctimas para pagar a ellos y a sus clientes para que no presentaran la evidencia dañina sobre Oraflex.
Sin embargo, dice el doctor Lavine, el juez “olió algo sospechoso” y luchó para lograr una investigación, y en 1997, Lilly aceptó silenciosamente que se cambiara el veredicto de una victoria a “desestimado por haber sido resuelto.”

Los expertos legales están encontrando maneras de denunciar y castigar al Gran Farma por realizar investigación fraudulenta que no necesite la participación de las agencias regulatorias comprometidas de la nación. Barry Turner, profesor de derecho en la Escuela de Derecho en Leeds en el Reino Unido, es un gran partidario de la Ley de Afirmaciones Falsas en USA.

Como abogado académico, ha estado involucrado durante años en litigación respecto a las actividades de la industria farmacéutica y durante los últimos dos años, ha participado en la preparación de la litigación por Qui tam.

“Es fácil relacionar Qui Tam con los derechos humanos y temas de libertades cívicas,” dice el señor Turner. “Cuando el presidente Lincoln inició esta ley en 1863, fue porque soldados de la Unión iban al combate con botas y uniformes de pacotilla y equipados con rifles y munición que eran de tercera clase,” explica. “Todo porque ‘empresarios’ consideraban la guerra como una ocasión que había que aprovechar.”

"Qui tam," explica el señor Turner, “protege a los contribuyentes y ya que los ingresos tributarios son el alma de todo Estado, toda evasión de responsabilidad o el fraude deliberado de un contribuyente constituye un ataque contra todos los contribuyentes, y consecuentemente contra todos los ciudadanos.”

Qui tam, en su prolongada historia, dice, ha exigido cuentas a muchos pillos que robaron al contribuyente de USA y se basa en que el ciudadano individual pueda presentar denuncias en beneficio de otros ciudadanos y del país.

La más reciente Ley Sarbanes-Oxley of 2002 (SOX), fue promulgada después de los escándalos Enron y WorldCom, y apuntaba a restaurar la confianza del inversionista en los mercados financieros de la nación, mejorando la responsabilidad corporativa mediante cambios en el manejo y las prácticas contables de las corporaciones y la protección del informante para empleados de compañías cotizadas en la bolsa que denuncien fraudes.

SOX contiene una disposición sobre el informante civil y penal. La sección 806, crea una causa civil de acción para empleados que han sido objeto de represalias por informar, y la sección 1107 hace que sea un delito que alguien tome represalias a sabiendas o emprenda una acción dañina contra cualquier persona, incluyendo la interferencia con su empleo, por suministrar información verídica en relación con la perpetración o posible perpetración de un delito federal.
Según el señor Turner, SOX no se limita a los accionistas de una compañía. “Lo que hay que comprender,” dice, “es que muchos millones de personas que no poseen acciones son permanentemente defraudadas en estafas.”

“Los que contribuyen a fondos de pensión son vulnerables a chanchullos financieros, no sólo por parte de gerentes de los fondos sino de los consejos de administración de compañías,” explica, “y de los jefes de compañías que no controlan las políticas de compañías que en algunos casos alientan activamente el fraude y las prácticas empresariales irresponsables.”

SOX fue implementada para impedir esos chanchullos financieros, dice. Subraya que: “Los potentados podrán perder una pequeña parte de su parte en cualquier estafa, pero los de abajo pueden perderlo todo.

”Una de las características de SOX, señala, es la posibilidad de presentar una demanda contra los que manejan irresponsable y fraudulentamente el dinero de los accionistas. El Gran Farma, y su servil psiquiatría, señala, se basan en el fraude.

Por ejemplo, explica el señor Turner, el fraude de Ritalin consiste en identificar a millones de niños como casos perdidos sobre la base de una investigación fraudulenta y del consenso de los intereses creados.

“El fraude de los SSRI [antidepresivos inhibidores de la recaptación de serotonina, N.d.T.],” informa: “extiende la depresión al mundo de la experiencia humana normal para sobre-extender la comercialización de tratamientos a menudo inútiles y frecuentemente peligrosos.”

En otros casos, dice, mucha gente pobre y de edad carece de fármacos que pueden salvar su vida porque los presupuestos de Medicare y Medicaid son desangrados por compañías farmacéuticas para medicamentos ‘para todos’ que en muchos casos son superfluos.

“Incluso si hay alguna justificación para el uso de esos fármacos,” explica, “existe un impulso para aumentar constantemente la dosis por sobre el mínimo efectivo porque una “dosis mínima efectiva” significa para la compañía farmacéutica un beneficio mínimo efectivo.”

“Cuando se distrae dinero del suministro de una verdadera atención sanitaria, a una industria codiciosa de beneficios, que fabrica una enfermedad que corresponda al fármaco,” señala, “en lugar de suministrar medicamentos para enfermedades genuinas, se pone en máximo peligro los más esenciales derechos constitucionales: “Vida, Libertad y la Búsqueda de la Felicidad.”

Toda dosis innecesaria de Ritalin, Prozac, Paxil, y otros fármacos psiquiátricos, recetados y pagados con dólares del contribuyente, dice, priva a pacientes que dependen de los programas de salud pública, de medicamentos que necesitan para el cáncer, la diabetes, las enfermedades cardíacas y otras condiciones graves.

Además, señala el señor Turner: “la comercialización de esos fármacos y la definición cada vez más amplia del desorden psiquiátrico que forma parte de esta estrategia comercial, discrimina contra, y estigmatiza, a cientos de miles de ciudadanos usamericanos.

“Es, por cierto, una ironía dramática,” dice, “que en muchos de estos casos el contribuyente de USA financia una industria que actúa de un modo tan ajeno a los ideales de la Constitución de USA.”

En cuanto a la litigación, “a sabiendas” es definido como: (1) Conocimiento real de la información falsa; (2) Actuación que ignora deliberadamente la verdad o la falsedad de la información; o (3) Actuación con un menosprecio irresponsable de la verdad o la falsificación de la información.

Por lo tanto, según el señor Turner, “el que se induzca a la gente a invertir en compañías que emprenden actividades ilegales e irresponsables, constituye una violación de SOX.”

“El que se induzca a la gente a tomar grandes cantidades de fármacos de los que se sabe que son dañinos y que se oculten deliberadamente los peligros conocidos es una violación de SOX,” afirma.

“Un día este edificio se derrumbará,” dice, “¿y que dirán entonces los inversionistas en el ‘Gran Farma’?

A la luz del desastre de Vioxx, dice el señor Turner, tal vez deberíamos interrogar a los que invirtieron en Merck.

“Los que están arriba en esa compañía,” señala, “jugaron con las vidas de pacientes y el dinero de los accionistas con la misma mala fe, cuando se lanzaron a una conducta fraudulenta y deshonesta que permitió que se comercializara un fármaco peligroso.”

“Los que trafican en nuestras sociedades con medicamentos para enfermedades ficticias y promocionan medicinas peligrosas e inútiles para los niños” advierte “hacen precisamente esto.”

Merck actuó con un menosprecio irresponsable por la verdad, porque tenía conocimiento previo de los efectos adversos de Vioxx. Lo mismo vale para Eli Lilly y su conocimiento previo de la falta de eficacia de Prozac y el conocimiento previo de GlaxoSmithKline sobre la concepción suicida de Paxil.

Al mismo tiempo que ocultaban estudios negativos, estas compañías lanzaron al mercado fármacos de los que se sabía que eran defectuosos de uno u otro modo. Todos estos medicamentes han costado caro a los contribuyentes, aparte de los sufrimientos personales que han infligido de otras maneras.

Al considerar otros actos de fraude, el señor Turner consideró las obras benéficas patrocinadas por el Gran Farma, que se basan en la investigación fraudulenta, para ver qué leyes federales pueden estar violando.

“Ya que una serie de enfermedades imaginarias se basan en esta investigación amañada y ya que una serie de obras benéficas se basan en las ‘enfermedades imaginarias’ que resultaron de la investigación imaginaria,” dice, “basta con conectar los puntos.”

Como las obras benéficas reciben ventajas fiscales, dice, las obras benéficas fraudulentas defraudan a los contribuyentes.

“El fraude en esta industria no se divide entre lo que lesiona por sobre-dosificación y lo que estafa a los contribuyentes y a los accionistas al quitarles su dinero,” explica. “Son las dos caras de la misma moneda falsa.”

El señor Turner dice que debemos encararlas en conjunto, y que los abogados en USA deberían buscar activamente clientes que han perdido dinero debido a estos fraudes y presentar ahora mismo el caso ante la Comisión de Valores de USA [SEC].

En “Lawyers and Settlements” se encuentra información para partes afectadas:
Fuente: by courtesy & © 2006 Evelyn Pringle

Por Evelyn Pringle.
Traducido por Germán Leyens.

¡¡¡Estremecedor!!!. Cabe suponer que en España pasa más de lo mismo, como mínimo. ¡Hasta se denuncia en la serie de Tele5 "Hospital Central"!

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