Un compromiso ineludible de la industria farmacéutica.
Los tiempos están cambiando. Están cambiando para la profesión farmacéutica, y también para la distribución, para la industria, para todos los agentes de la cadena del medicamento. Y en muchos sentidos, si no en todos, están cambiando para mejor, porque se está reforzando la posición del ciudadano como centro del sistema, no de forma retórica, sino de una manera práctica y concreta.
Las transformaciones han sido tan profundas que, en cierta forma, los profesionales farmacéuticos estamos teniendo que reinventar nuestra labor y función sanitaria, evolucionando desde los tiempos dominados por la formulación y los más recientes de eclosión del gasto en medicamentos, hasta un presente dinámico marcado por la Atención Farmacéutica, por nuestra participación en labores de seguimiento farmacoterapéutico, prevención y divulgación, etc., así como por nuestro compromiso con la sostenibilidad del sistema.
Para la industria, también éstos son tiempos distintos, tiempos que se alejan de la época dorada del mercado farmacéutico mundial, cuando este sector, con crecimientos anuales superiores al 12 por ciento, se mostraba como el más pujante del mundo, tanto por sus niveles de rentabilidad como por la evolución de sus cotizaciones bursátiles. Era la compensación que recibían las grandes industrias farmacéuticas por aportar soluciones satisfactorias a los nuevos desafíos de salud planteados en nuestra civilización o, al menos, en sus países más desarrollados.
Las cosas son diferentes hoy. La innovación farmacéutica aparece bastante estancada, incapaz todavía de consolidar un nuevo paradigma biofarmacéutico que tome el relevo del que tan buenos resultados le reportó en las últimas décadas del pasado siglo, y cuyo agotamiento está teniendo su correspondiente reflejo bursátil y su inevitable incidencia en los mercados, que han desacelerado intensamente sus ritmos de crecimiento. Eso, junto a la transferencia de las competencias sanitarias a ámbitos de decisión más próximos al ciudadano, crea un escenario totalmente diferente también para la industria, en el que situaciones del pasado que todavía se mantienen parecen tener próxima su fecha de caducidad.
Una de esas situaciones se relaciona con la falta de reciprocidad entre lo que la industria recibe de algunos mercados y sus contrapartidas en valores añadidos para el desarrollo económico, social y científico. Las grandes corporaciones farmacéuticas tienen en España un significativo volumen de negocio, sin que se les reprochase hasta ahora que su contribución al desarrollo local no se correspondiera con sus niveles de facturación. Después de todo, los laboratorios son empresas que se mueven según la lógica del mercado, y si esa lógica les permitía prescindir de una mayor implicación en el desarrollo económico y tecnológico de la sociedad española, mejor para ellos. El problema se plantea cuando la propia evolución de las sociedades impulsa nuevas demandas de responsabilidad social corporativa, como sucede especialmente en aquellos territorios europeos llamados a comprometerse con la denominada "Agenda de Lisboa".
Lo que consideramos desde el Consejo Andaluz de Colegios de Farmacéuticos, como muchos analistas internacionales, es que ese tipo de estrategias ya no podrán sostener el crecimiento de la industria, y que a los laboratorios ya no les bastará con el esfuerzo de promoción que vienen realizando. Es más, el ciudadano español ya no comprenderá que la industria farmacéutica gaste en nuestro territorio mucho más en publicidad y promoción que en I+D, como hasta ahora, y desde luego no comprenderá que la industria gaste en I+D en nuestro mercado mucho menos que en otros que le aportan menos volumen de negocio.
¿Por qué en España la industria farmacéutica sólo gasta en I+D un 4,9 por ciento de sus ventas interiores, cuando en Europa la media es casi de un 20 por ciento? Ésa es la pregunta que está en el aire en un mercado cada vez más sensibilizado ante la responsabilidad social corporativa, que implica que las empresas deben crecer en armonía y sostenibilidad con su entorno. Se impone, pues, un profundo cambio de disposición para los laboratorios que aspiran a seguir creciendo en España.
Ese cambio de actitud resulta aún más ineludible en Andalucía, donde la postergación en actividades farmacéuticas de I+D es doble: a la general de toda España se suma otra específica para Andalucía respecto al conjunto del Estado (como, por otra parte, también sucede en otros territorios). Nuestra comunidad representa casi el 20 por ciento del mercado farmacéutico nacional, y sin embargo recibe menos del 2 por ciento del gasto total en I+D que la industria realiza en nuestro país. En el Consejo Andaluz de Colegios de Farmacéuticos pensamos que ha llegado el momento de que la industria replantee sus prioridades y comprenda que su crecimiento futuro en Andalucía tiene que estar vinculado también a sus contribuciones al progreso económico y tecnológico de la sociedad andaluza, lo que pasa inevitablemente por su compromiso con la capacidad local de innovación y desarrollo tecnológico. Ha llegado el momento de que la industria farmacéutica se comprometa en la superación de la doble postergación de Andalucía en I+D, que por otra parte, también comienza a resultar una imposición de los cambios que se están produciendo en los equilibrios del mercado farmacéutico.
Esta invitación a la industria se incluye dentro de los contenidos propuestos por este Consejo Andaluz para el Contrato Social por la Farmacia Andaluza que hemos ofrecido a la sociedad civil andaluza y a todos los agentes implicados en el servicio farmacéutico, y tenemos la esperanza de que la industria asuma que sólo hay futuro para los laboratorios que logren ganarse la complicidad de aquellas sociedades que sustentan sus mercados principales.
Manuel Arenas, Presidente del Consejo Andaluz de Colegios de Farmacéuticos.
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1 comentarios:
¿Dónde estás?, ¿Por qué no sigues?, ¿te has pasado al otro bando?. Espero que no.
Saludos.
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